De todos los mamíferos, los bebés humanos son los que nacen con un sistema nervioso más inmaduro y necesitan que sus padres se ocupen de ellos durante un período de tiempo mucho más largo. El contacto madre-hijo durante el primer año de vida del bebé es fundamental para su desarrollo físico, psicológico y neurológico.
Durante este tiempo y, sobre todo, durante las primeras horas después del parto, el olor, el tacto, la suavidad, las caricias de una madre son tan importantes como el alimento. Por otro lado, la falta de una vinculación afectiva durante la primera etapa de vida de un niño supone un grave trauma para el desarrollo de su sistema nervioso, pudiendo provocar futuros problemas de aprendizaje que se pueden confundir con un trastorno de la atención con o sin hiperactividad.
Muchos padres adoptivos nos preguntamos por qué les cuesta tanto aprender a nuestros hijos. Puede ocurrir que los síntomas de inatención obedezcan no a un trastorno sino a una evolución madurativa más lenta que el ritmo de aprendizaje impuesto en los planes de estudio actuales. Unos planes de estudio rígidos, inflados de fichas, con poco movimiento, poca experimentación y que obligan a niños muy pequeños a iniciarse en la lectura y en la escritura, aunque su sistema nervioso, su cerebro, no esté preparado para ello.
Unos planes de estudio rígidos, inflados de fichas, con poco movimiento, poca experimentación y que obligan a niños muy pequeños a iniciarse en la lectura y en la escritura, aunque su sistema nervioso, su cerebro, no esté preparado para ello.
Pero no todo está perdido, no todos los niños adoptados desarrollarán dificultades de aprendizaje debido al papel de la plasticidad neuronal, el papel de las diferencias individuales a nivel genético y a nivel neuronal, el de la epigenética y, por supuesto, el papel de la resiliencia.
SOBRE LA AUTORA
Rosa Mª Fernández es profesora Titular de Universidad del Área de Psicobiología de la Universidade da Coruña, donde imparte docencia en Neuropsicología, Biopsicología y Bases biológicas del lenguaje. Doctora en Biología por la UDC está especializada en Genética molecular humana. Ha desarrollado su labor de investigación en diferentes proyectos y colaboraciones a nivel nacional e internacional, que han dado como resultado numerosas publicaciones en revistas, libros y congresos. Su vida personal cambió en todos los sentidos cuando en 2007, adoptó a tres hermanos, dos niños y una niña, nacidos en la República Democrática del Congo. El cambio fue aún más radical en el momento en que sus hijos iniciaron la escolarización. Preocupada por su forma de aprender y de relacionarse con los demás se animó a estudiar las consecuencias de la vida pasada de sus hijos en sus sistemas nerviosos.